domingo, 6 de noviembre de 2011

Julián del Casal




La canción de la morfina

Amantes de la quimera,
yo calmaré vuestro mal:
soy la dicha artificial,
que es la dicha verdadera.

Isis que rasga su velo
polvoreado de diamantes,
ante los ojos amantes
donde fulgura el anhelo;

encantadora sirena
que atrae, con su canción,
hacia la oculta región
en que fallece la pena;

bálsamo que cicatriza
los labios de abierta llaga;
astro que nunca se apaga
bajo su helada ceniza;

roja columna de fuego
que guía al mortal perdido,
hasta el país prometido
del que no retorna luego.

Guardo, para fascinar
al que siento en derredor,
deleites como el amor,
secretos como la mar.

Tengo las áureas escalas
de las celestes regiones;
doy al cuerpo sensaciones;
presto al espíritu alas.

Percibe el cuerpo dormido
por mi mágico sopor,
sonidos en el color,
colores en el sonido.

Puedo hacer en un instante
con mi poder sobrehumano,
de cada gota un océano,
de cada guija un diamante.

Ante la mirada fría
del que codicia un tesoro,
vierte cascadas de oro,
en golfos de pedrería.

Ante los bardos sensuales
de loca imaginación,
abro la regia mansión,
de los goces orientales,

donde odaliscas hermosas
de róseos cuerpos livianos,
cíñenle, con blancas manos,
frescas coronas de rosas,

y alzan un himno sonoro
entre el humo perfumado
que exhala el ámbar quemado
en pebeteros de oro.

Quien me ha probado una vez
nunca me abandonará.
¿Qué otra embriaguez hallará
superior a mi embriaguez?

Tanto mi poder abarca,
que conmigo han olvidado,
su miseria el desdichado,
y su opulencia el monarca.

Yo venzo a la realidad,
ilumino el negro arcano
y hago del dolor humano
dulce voluptuosidad.

Yo soy el único bien
que nunca engendró el hastío.
¡Nada iguala el poder mío!
¡Dentro de mí hay un Edén!

Y ofrezco al mortal deseo
del ser que hirió ruda suerte,
con la calma de la Muerte,
la dulzura del Leteo.

Julián del Casal
( 1863 - 1893 )

Excéntrico y poeta como pocos fue Julián del Casal. Romántico idealista que prefirió vivir a su manera y no bajo las normas mundanas. Sólo salió de Cuba una vez, en rumbo a París. Viaje que terminó en Madrid, no logrando su destinación por falta de fondos. De vuelta en La Habana, del Casal lo estimó mejor así, para no perder “la última ilusión”.

Un pesimismo profundo reinaba en su vida y obra. Tristeza, no amargura, era la emoción predominante ya que una sonrisa no era extraña en su cara. Enfermo desde niño, huérfano de madre a los cuatro años, la muerte era parte de su existir. “¡Desdichado ruiseñor del bosque de la Muerte!” y “hondo y exquisito príncipe de melancolías” le llamó Rubén Darío. La noche del 21 de octubre de 1893, mientras cenaba en la casa del Dr. Lucas de Santos Lamadrid, alguien dijo un chiste. Del Casal soltó una carcajada, acto seguido cayó sobre la mesa mientras se ahogaba en un vómito de sangre. Y nosotros nos preguntamos, ¿qué sabía este maravilloso poeta que vivió triste toda una vida, excepto al momento de irse?

Son muchas las anécdotas que se le conocen. Hemos leído que tenía pocos amigos, pero o bien no era así, o eran muy interesantes sus amistades. María Cay fue una de estas personas. La señorita Cay le regaló una foto a del Casal donde ella lucía un traje de japonesa el cual usó en un baile de disfraz. Bueno, tal foto no sólo dio lugar al poema Kakemono de del Casal. Cuando Rubén Darío lo visitó un año más tarde, vio la foto y la pluma del nicaragüense no se pudo contener. Para una cubana y Para la misma fueron inspiradas por María Cay. Debe de haber sido muy hermosa cuando con un kimono atrapó dos inmortales.

Mantuvo una cordial amistad con el escritor y patrón de las artes Esteban Borrero Echeverría. Atendía a las tertulias en casa de este señor donde encontró apoyo, cariño, y un grupo de jóvenes discípulos. Brotó una fervorosa intimidad platónica con una de las hijas de la familia, Juana Borrero. Algunos estudiantes de literatura consideran que del Casal y esta muchacha eran pareja espiritual. Tal pasión dio lugar al poema que él le dedicó a ella.

Del Casal fue un gran admirador de los poetas franceses, especialmente de los parmesistas. Su mayor aporte a nuestra literatura fue en la poesía, donde alcanzó una extraordinaria sensibilidad. Su prosa, aunque poco divulgada, es de un gran valor literario también. En este género se le considera uno de los mejores narradores costumbristas cubanos del siglo XIX. Sus obras se caracterizan por la belleza, colorido, melancolía y excelente forma. Usó con frecuencia el tema del oriente, y en varios de sus mejores poemas el patriotismo cubano.

A los dieciséis años, junto con otro estudiante, Antonio Mora, fundó el periódico clandestino El Estudiante. Se estima que sus poesías fueron dadas al público por primera vez en El Ensayo. Mantuvo correspondencia con Darío, Díaz Mirón, Urbina, Gutiérrez Nájera y otros poetas de aquella época. Usó los seudónimos Alceste, Hernani, y El Conde de Camors.

Nació en La Habana, donde vivió la mayor parte de su vida, y donde falleció. Cuando niño atendió al Real Colegio de Belén. Ingresó en la Universidad de La Habana la carrera de Leyes, teniendo que abandonar sus estudios por falta de fondos.

Tomado de: http://www.damisela.com/literatura/pais/cuba/autores/delcasal/

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